Actualmente estamos asistiendo a una proliferación de intervenciones y opiniones sin esa documentación de partida por parte de personas que,además,no tienen siquiera formación técnica,por lo que suponen una descalificación intrínseca de quienes se aventuran a juzgar sin atender a las premisas indicadas.
Aún así,parece evidente que se han producido errores graves a la vista de la situación resultante en la que nos encontramos,según lo que ha trascendido. Dado el sistema de funcionamiento en el diseño y construcción de un submarino,además es indudable que se trata de una cadena que afecta a diversos estamentos.
Aunque no se pretende justificar la situación,concurren en este caso múltiples circunstancias que deberían tenerse en cuenta a la hora de emitir juicios de valor: Estamos ante el primer submarino de una serie que supone un doble hito en la historia de nuestra construcción naval militar,un salto tecnológico a nivel mundial en este campo,y el primer submarino con tecnología totalmente nacional,sin la colaboración de ninguna otra nación.
La combinación de esas circunstancias hace particularmente fácil que se puedan producir problemas de muy diversa índole y gravedad,además de resultar bastante frecuentes en todo el mundo en este tipo de circunstancias. A título de ejemplo se pueden mencionar los de los portaaviones y los submarinos ingleses (clase Queen Elizabeth y Clase Astute,respectivamente). Lo que sí marca una diferencia con el resto del mundo es el “cainismo” con el que el tema se ha tratado en nuestro país,lo que tampoco resulta sorprendente según ha sido una constante a lo largo de nuestra historia.
La trayectoria de nuestra ingeniería en el campo de la construcción naval para la defensa en las últimas décadas se puede calificar de ejemplar,pasando de una dependencia absoluta de otras marinas,especialmente la americana,a competir con éxito en un entorno totalmente globalizado,en unidades de muy diversas características,como los portaaeronaves BPE,las fragatas o los BAM,por poner algunos ejemplos,o los propios submarinos,en base a un esfuerzo sostenido de décadas de inversión y colaboración entre la industria y la Armada.
El daño que un comportamiento como el registrado hasta ahora está haciendo a esa labor es inconmensurable,y debe ser un motivo de regocijo para nuestros competidores ver cómo nos encargamos de destruir en nuestro propio país la labor de tantos años,ridiculizando y amplificando los problemas existentes. Afortunadamente,y pese a todo esto,Noruega acaba de confiar a Navantia el mantenimiento de sus fragatas,pero los contratos que se han perdido y el daño que se está haciendo a nuestra reputación (en un momento ya altamente delicado para nuestra industria naval),tardará mucho en recuperarse.
Estamos seguros que se analizarán los acontecimientos,se identificarán errores y responsables y se depurarán responsabilidades,pero también estamos seguros que ninguna responsabilidad se derivará para quienes de forma tan sistemática e “irresponsable” están arrastrando por el fango nuestra tecnología y poniendo en duda la capacidad de nuestros profesionales.
Esperemos que entre todos impongamos la mesura y cordura y creamos en lo que hacemos,aprendiendo y corrigiendo posibles errores.